«Estoy ganando fuerza interior y capacidad para combatir los pequeños obstáculos cotidianos».
Michela, voluntaria italiana en la oficina de Europa Joven Madrid, comparte acerca de su primer mes de voluntariado.
¡Qué disfrutéis con sus palabras y que os resulten inspiradoras si estáis pensando en uniros a un proyecto dentro del Cuerpo Europeo de Solidaridad!
Ya ha pasado más de un mes desde mi llegada, desde cuando Europa Joven Madrid, me dio la bienvenida en el aeropuerto y me ayudó a llevar mis maletas hasta la octava planta de un piso que siempre me regala atardeceres espectaculares. ¡Al final es verdad que el tiempo vuela cuando te diviertes! Estas semanas han sido intensas, un poco caóticas, llenas de nuevas cosas por descubrir, aprender y experimentar.
Las primeras dos semanas nos pusieron a prueba, estuvimos a punto de perder las esperanzas, pero después de haber visitado varias oficinas públicas y casi todos los bancos de Madrid, por fin conseguimos terminar con toda la burocracia. Con nuestros documentos en las manos y el entusiasmo del nuevo inicio, la sensación era la de tener el mundo entero a nuestra disposición. Además, pasar de vivir en un pequeño pueblo de 2000 habitantes a una ciudad tan animada, despierta y caótica como Madrid te da esa energía que siempre te recuerda que tienes miles de oportunidades delante de ti. Un pequeño agradecimiento a mi buen sentido de la orientación, que me ha permitido no perderme o equivocarme de línea de metro. No hace falta decir que mi primera impresión de la ciudad es positiva, tanto por lo que se refiere a su diversidad, como a su energía y a sus personas disponibles y acogedoras. Ya la exploramos un poco: los parques, los monumentos y las zonas más características. También probamos algunas comidas y bebidas. Pero estoy segura de que hay mucho más por conocer y experimentar.
A pesar de la emoción de estar aquí, puedo decir que no todo es tan fácil y sencillo. Acostumbrarse a un nuevo entorno, a personas nuevas, a hablar y expresarse en lenguas diferentes a veces ha sido un poco agotador. Hay días en los que mezclo tres lenguas diferentes y nadie entiende lo que quiero decir y otros en los que echo de menos a todas las personas que siempre han constituido mi zona de confort. Pero poco a poco, día tras día, me parece que estoy ganando fuerza interior y capacidad para combatir los pequeños obstáculos cotidianos. Y si por casualidad me siento triste, sé que puedo contar con una buena porción de chocolate con churros junto con los y las otras voluntarias, que ya puedo dejar de llamar “otr@s voluntari@s” y que ya puedo llamar amigos y amigas.
Reflexionando sobre sobre lo que fueron mis primeros días como voluntaria europea siento una sensación de gratitud. Gratitud por esta oportunidad y por la suerte que tengo de formar parte de un fantástico grupo de voluntarios y voluntarias, así como de colaborar en un proyecto con personas tan disponibles, acogedoras y llenas de motivación. Mi esperanza para los próximos seis meses es poder devolver la confianza que pusieron en mí y poder dar tanto como esta experiencia me está dando.