Mi historia de voluntariado en Portugal

Martín participó el pasado año en un voluntariado financiado por el programa Cuerpo Europeo de Solidaridad en Lisboa, en el seno de la Associaçâo Spin. Una vez terminado su proyecto, comparte el balance realizado:

«En aquellos meses en el sur aprendí que lo que me hace bien es ver árboles en el horizonte y no edificios, que caminar es mejor que coger el metro, y que el aire limpio es de las mejores cosas que podemos tener gratis y ¡que más bien nos hacen!»

Después de haber pasado los primeros meses del proyecto, mi vida, como la de la mayoría de las personas, se convirtió en un escenario de incertezas y de angustias. Comenzó la propagación de un virus que nos obligó a poner los frenos, a mirar a nuestro alrededor, y a vernos en nuestra verdadera escala: seres que dependen de la naturaleza, de las relaciones, del aire, del movimiento, de las sonrisas… Empezaban, así, mis meses de confinamiento, que se convirtieron en unos meses de muchos aprendizajes, donde sin estar físicamente en la biblioteca, continué siendo parte de ella. Volví a sentir que dejaba mi lugar, el lugar donde me empezaba a sentir en familia, como ya había hecho unos meses antes al tomar la decisión de dejar Madrid y comenzar este viaje. El destino me llevó a un pequeño pueblo del sur de Portugal, donde mi compañera creció, y donde yo comenzaría a crecer, con dudas, con miedos, pero con la certeza de que las cosas mejorarían. Al principio me sentí desconectado del lugar, me parecía irreal haber pasado de vivir en Lisboa, en el centro de la ciudad, a un pueblo donde podía dar paseos de varias horas, cerca de la naturaleza. Quizás fue el miedo a lo desconocido, a enfrentarme a un lugar nuevo en mi memoria. Con el pasar de los días comencé a crecer y a sentirme parte de ese paisaje. Hacía largas caminatas mientras pensaba en lo que pasaba en mi vida, en Portugal y en el mundo entero. Pensaba, y ahora tengo añoranza de aquella libertad de seguir un camino y dejar que la mente acompañe el paseo y el ritmo de mis pasos.

En estos meses continué enseñando español desde la pantalla, pero también compartía la experiencia de estar en este lugar: el clima, la comida, las personas…, y las alumnas me daban información sobre Lisboa, por lo que aún la mantuve presente. Pasados esos meses, finalmente volví a Lisboa. Quería volver a esa ciudad que decidió acogerme. Quería compartir tiempo con los otros/as voluntarios/as, andar por sus calles, sentirme nuevamente parte de esa vida de ciudad. Pero el Martín que volvió era otro. En aquellos meses en el sur aprendí que lo que me hace bien es ver árboles en el horizonte y no edificios, que caminar es mejor que coger el metro, y que el aire limpio es de las mejores cosas que podemos tener gratis y ¡que más bien nos hacen! Sin embargo, volví a la biblioteca con mucha ilusión, a pesar de no ser el lugar que recordaba: ahora sin la posibilidad de tener personas dentro, con actividades, con peques juguetones y conversaciones divertidas. Pero, aprendí de esas últimas semanas una cosa que es muy importante: ¡aprovechar la libertad que tenemos, no esperar a las limitaciones para valorar cuánto nos podíamos mover!

Gracias Portugal, gracias São Bartolomeu de Messines, gracias a mi compañera y a su familia. Gracias al equipo de Spin y de la biblioteca. Aprendí tanto que cuando miro para atrás parece que fueron más meses de experiencia de voluntariado. Portugal ahora es la mitad de mi corazón y con seguridad volveré a vivir y a aprender más en ese increíble país. 

Si deseas tener una experiencia de voluntariado dentro del Cuerpo Europeo de Solidaridad como la de Martín en Portugal, contacta con nosotras a través de madrid@europajoven.org y/o llama al 91 535 34 56.

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